La crisis de liderazgo en la oposición democrática se ha evidenciado tras la presentación de la propuesta de estructura orgánica de la unidad, una arquitectura con múltiples vacíos y fallas y que no ha colmado las expectativas de la gran mayoría. Las rencillas suscitadas alrededor de los problemas irresueltos, en vez de aliento, han provocado descrédito y desánimo.

Con justeza muchos reclaman retomar el espíritu de abril, un llamado a reavivar la llama de la lucha contra la dictadura. Conviene, por tanto, hacer una evaluación de todo lo andado y repensar conceptos, principios y elementos básicos, que parecen haber sido olvidados en el agitado tránsito de los últimos dos años.

Elemento extraordinario del espíritu de abril que se reclama ha sido rechazar la violencia, hecho trascendental en la historia de un país donde el recurso a las armas ha sido la forma común de dirimir los desacuerdos. En materia de resistencia pacífica y desafío ciudadano somos analfabetos y la primera tarea, en consecuencia, debería ser el estudio, tanto de la teoría como de la práctica, de esa forma de lucha.

La rebelión de abril fue espontánea, improvisada y autoconvocada, pero nada nos autoriza a hacer virtud de un hecho fortuito de la historia. Al contrario, uno de los requisitos fundamentales para el éxito de la resistencia no violenta es una cuidadosa planificación estratégica, una dirección coherente y unificada y una gran disciplina a la hora de ponerla en práctica.

Sobre la guerra, “un principio fundamental es no quedarse nunca totalmente pasivos” —advierte Von Clausewitz. Para garantizar el avance permanente y que las retiradas tácticas no se conviertan en retrocesos o derrotas, se necesita una estrategia. Construirla empieza por definir la misión y visión. ¿Cuál es el propósito de la lucha? ¿Ganar unas elecciones o cierto número de escaños en una Asamblea controlada por la dictadura? ¿Simplemente sacar del poder a los tiranos? ¿Negociar una nueva forma de convivencia con Ortega? ¿O construir un orden democrático sostenible, sobre la base del derecho y la justicia? No siempre todos estamos de acuerdo con los objetivos de la lucha; tras las declaraciones formales habitualmente se esconden otro tipo de intereses; pero si no estamos claros y cohesionados desde un principio sobre la meta nunca seremos capaces de encontrar la ruta adecuada para alcanzarla.

“Una victoria militar se logra mediante la destrucción de la capacidad del adversario y/o su deseo de seguir luchando. En este sentido, la estrategia no violenta no es diferente de los conflictos armados, excepto porque se emplean sistemas de armas muy diferentes” —dice Robert L. Harvey, en “Sobre el conflicto no violento estratégico: entendiendo sus principios básicos”. Y en otra parte de su análisis añade: “Esta es una guerra no violenta, pero una guerra, al fin. Exige un liderazgo fuerte y disciplina. No es un “evento casual”, sino una estrategia bien planificada y ejecutada para destruir una dictadura”.

Una planificación estratégica realista con unas tácticas eficaces, que permitan golpear los principales soportes del régimen y reducir los puntos vulnerables de las fuerzas democráticas: solamente de ella podrá derivarse la “arquitectura” adecuada, la estructura organizativa que su ejecución y seguimiento requieren. Quienes persiguen objetivos ocultos muy pronto habrán de convencerse de que no tienen cabida en esta lucha.

Otro supuesto elemento del espíritu de abril es el rechazo a priori de toda vanguardia y hegemonía. Pero alguien debe dirigir: en política no puede existir ese vacío y lo importante es que sean los mejores los llamados a llenarlo. Una cosa es la vanguardia que se cree iluminada y en posesión de la verdad; otra muy diferente el liderazgo responsable, que sabe escuchar, reconocer y enmendar los errores, cualidades necesarias para ejercer la autoridad que requiere el triunfo en las batallas.

Por último, es indudable la importancia de la comunidad internacional. Su acompañamiento y apoyo son indispensables; pero toda estrategia debe descansar en nuestras propias fuerzas. Las sanciones económicas y declaraciones de condena no son para botar dictaduras, sino para debilitarlas y desmoralizarlas.

Rescatar el espíritu de abril implica no solo recuperar los ideales, la determinación y el coraje de enfrentar la dictadura, sino retomar también la lucha habiendo aprendido las lecciones.

Valencia, España. Agosto, 2020.
El autor es jurista y diplomático retirado.

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