“Saber que se puede, querer que se pueda” (Color Esperanza, Diego Torres)
(Edición No. 557)

En lenguaje popular se usa la palabra tiempones para evocar, entre otras cosas, años de abundancia. En el título de este comentario nos hemos preguntado, en interrogantes, si acaso volverán los años en que Nicaragua crecía económicamente, como lo hizo durante el casi cuarto de siglo desde que la Presidenta Chamorro reorganizó la economía, hasta el momento de la masacre en abril de 2018. Lo anterior, a propósito del último informe de la Agencia Crediticia Moody´s, que publicó La Prensa ayer, indicando que la región centroamericana decrecerá económicamente este año por la pandemia. En palabras de esa Agencia, “…la actividad económica alcanzará niveles compatibles a los observados en 2019 a fines de 2021 o probablemente a principios de 2022”. Pero, señala Moody´s, la única excepción será Nicaragua.

En nuestro caso, hay que separar pandemia de crisis política, que es la verdadera causa de nuestros problemas económicos. Podrá solucionarse la pandemia, pero mientras no se solucione la crisis política y sus causas, nos seguiremos empobreciendo. Como señala Julio Francisco Báez en un artículo del periódico digital Confidencial, Nicaragua “yace inerte a la sombra de una economía con el nada envidiable galardón de tres años consecutivos de recesión, que finalizará 2020 con un PIB menor al del año 1962”. Es decir, retrocederemos en términos del Producto Interior Bruto por habitante, más de cinco décadas. Y así seguiremos mientras Ortega esté en el gobierno, empobreciéndonos, llevándose los pobres, en su desamparo, la peor parte.

Mientras la pandemia ha afectado a todos los países, una vez controlada la misma habrán de recuperarse económicamente, mientras en nuestro caso no ocurrirá lo mismo. Es más, a diferencia de los otros países centroamericanos, Ortega ha desafiado las recomendaciones para cuidar la salud de la población y hemos continuado sin cerrar la economía, de modo que el creciente desempleo y clausura de empresas se debe, exclusivamente, a la crisis política.

Ortega ha aprovechado la pausa de la pandemia y las inminentes elecciones en los Estados Unidos para no enfrentar las reformas electorales, que demanda la comunidad internacional. Pero como ha señalado reiteradamente la misma, sin unas elecciones el próximo año que satisfagan los estándares internacionales, se mantendrán las sanciones, entre ellas las no oficiales como el hecho que las instituciones financieras internacionales, excepto el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), han dejado de aprobarle préstamos a Nicaragua.

Es posible que Ortega especule con las elecciones de los Estados Unidos, esperando quién gana las mismas. Eso, como hemos señalado antes, le dará una pausa, pero no alterará las consecuencias. En primer lugar, porque en el Congreso de los Estados Unidos hay un gran consenso bipartidista en contra de la dictadura de Ortega, independientemente de quien gane la Presidencia. En segundo lugar, Ortega ha perdido la batalla en todos los medios de opinión pública de ese país. Y en tercer lugar, porque la política de los Estados Unidos hacia Nicaragua ha dependido más de niveles intermedios del Departamento de Estado y no tanto de la Casa Blanca, en comparación con los casos de Cuba y Venezuela.

De tal forma que Ortega se podrá haber ganado la pausa de la pandemia y de las elecciones en los Estados Unidos, pero los tiempones no volverán, mientras Nicaragua no se democratice.

(Se autoriza y agradece su reproducción y circulación)

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